“Artista a secas”, se autodefinió muchas veces Flavio Garciandía.
A cada exposición lleva impresos sus ya famosas declaraciones sobre lo que considera debiera ser el arte y cada obra, no importa el año en que la firme, pone en jaque la perspicacia de su espectador y sugiere la lectura intertextual de la pieza de arte como documento social e histórico.
Flavio juega, reproduce y manipula con toda intencionalidad los estilos, autores y corrientes artísticas o filosóficas que más lo han influido, lo hace sin pudor alguno y en automática reacción, casi como acuerdo tácito inminente, abre el camino hacia una nueva puerta de interpretación.
El espectador entrenado hace un link inmediato, el que se inicia coloca mirada sospechosa y entra inevitablemente en un universo nuevo, guiado por la sátira y la perspicacia.
Flavio pinta y enseña a pensar.
Es una de las figuras más importantes de la generación de los ochenta en Cuba, un movimiento joven al que se le reconocería después como el Renacimiento del Arte Cubano y cuya exposición Volumen I situaría un precedente indispensable.
Además, Flavio también es reconocido por su importante labor pedagógica en el Instituto Superior de Arte.